La primera corderita del año en Yeleen. Siempre es hermoso y emocionante contemplar los primeros minutos de vida de un animal. En realidad, siempre apetece observar cómo se desenvuelven, ya de jóvenes y adultos, en su día a día, sólo que estos primeros momentos llevan una dosis extra de incomparable ternura y cálida emoción. Un@ se siente afortunad@ de estar en esta privilegiada primera línea de observación. Afortunad@ y agradecid@. De observación, que no de intervención. Sin duda desde la buena voluntad, tendemos a intervenir innecesaria, inconveniente y, en ocasiones, inoportunamente, trastocando el natural e imprescindible proceso de atención que permite trenzar, desde unos buenos comienzos, los lazos que propiciarán la PROTECCIÓN y el intrínseco APRENDIZAJE, como claves de la SUPERVIVENCIA. Es cierto que la experiencia ayuda a reconocer un posible problema, del que nadie se libra (nos libramos), y a diferenciarlo del natural discurrir de estas primeras tentativas de “puesta en marcha” de un corderito recién nacido. Media hora, tras el parto, que resumimos (¡con mucha dificultad!...jajaj), en algo más de 3 minutos. Contener la respiración nos ha sido imposible, no así el aliento ni la emoción.