Cuando los once jugadores de Colombia salieron a la cancha aquel 22 de julio de 1994, sabían que la presión era inmensa. En el segundo partido de la fase de grupos del Mundial con sede en Estados Unidos, debían ganar o ganar para poder pasar de ronda. Y esa expresión “ganar o ganar”, no tenía solamente un sentido deportivo.
En los primeros 35 minutos, el encuentro fue parejo entre los colombianos y la selección anfitriona del torneo internacional. Los jugadores habían llegado a ese Mundial con una mochila cargada de expectativas: sus jugadores eran grandes promesas y su actuación en las eliminatorias le hacía llevar el rótulo de “favorita” para alzar la copa.
Sin embargo, a las tensiones normales de semejante encuentro deportivo se le sumaban las amenazas que el equipo recibía desde hacía días por parte de los carteles de narcotráfico. Pasada la primera media hora del primer tiempo, la fatalidad ocurrió en un segundo. El lateral estadounidense John Harkes tiró un centro por izquierda y el defensa colombiano, Andrés Escobar, se barrió con fuerza para desviar el pase rival. Un mal cálculo hizo que arrastrara la pelota y mueva la trayectoria, pero para su propio arco.
El autogol dejó sin palabras a la multitud que observaba el partido. Escobar, aún tendido en el césped, veía desmoronarse el sueño mundialista. Pero ese gol en contra no sería solo el comienzo del fin para la participación de Colombia en la Copa. También sellaría la muerte de Escobar, pocos días más tarde.

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Guión: Malena Baños
Edición: Abril Sanz
Producción: Adriana Chilito


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Adriana Chilito

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