El pueblo de Jesús María se fue a dormir la noche del miércoles en total normalidad. Sobre las cuatro de la madrugada, mucho saltaron de la cama de los horribles estruendos que se escuchaban fuera. El Ejército y la Guardia Nacional habían comenzado un operativo para detener a Guzmán, tras el fracaso de 2019 en el que tuvieron que liberarlo horas después de la captura. La guerra se desató entonces entre fuerzas federales y decenas de sicarios que salieron a defender a uno de los líderes de la fracción Los Chapitos. Los balazos salían de todos lados, y un helicóptero de las fuerzas armadas comenzó a disparar desde el aire sobre las casas.

Todo el poblado, con apenas 5.000 habitantes, quedó convertido en un campo de guerra. A Culiacán, la capital del Estado, le separan del rancho unos 45 kilómetros que concentraban estos días una treintena de coches y camiones completamente calcinados cortando el paso. Entre ellos, un Sandcat, una enorme camioneta blindada del Ejército, quemado y abandonado en mitad de la carretera. El arco que da inicio a Jesús María recibía a quien se animara a entrar en este peligroso paraje, tomado normalmente por la organización liderada por los hijos del Chapo Guzmán, con un letrero todo baleado. Debajo, una camioneta con blindaje artesanal que dejaron un grupo de sicarios tirada junto a unas cajas de balas Winchester calibre 5,56. Sobre la luneta se lee “La Chapiza”, el nombre que se ha dado un grupo de jóvenes sicarios al servicio del cartel.

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